MARI-GAILA.—
¡A la una, la luz de la luna!
¡A las dos, la luz del sol!
¡A las tres, las tablillas de Mosén!
EL CABRÍO.— ¡Jujurujú!
MARI-GAILA.— ¡Arrenegado!
EL CABRÍO.— ¡Esta noche bien me retorciste los cuernos!
MARI-GAILA.— ¡A las cuatro, el canto del gallo!
EL CABRÍO.— ¡Jujurujú! ¡Bésame el rabo!
...
MARI-GAILA.—
¡A las cinco, lo que está escrito!
¡A las seis, la estrella de los Reyes!
¡A las siete, ceras de muerte!
EL CABRÍO.— Cuando remates, echaremos un baile.
MARI-GAILA.—
¡A las ocho, llamas del Purgatorio!
¡A las nueve, tres ojos y tres trébedes!
¡A las diez, la espada del Arcángel San Miguel!
¡A las once, se abren las puertas de bronce!
¡A las doce, el trueno del Señor revienta en las tripas del Diablo Mayor!
MARI-GAILA espera el trueno, y sólo oye la risa del CABRÍO. Otra vez se trasmuda el paraje. Hay una iglesia sobre una encrucijada. Las brujas danzan en torno. Por la puerta sale un resplandor rojizo, y pasa el viento cargado de humo, con olor de sardinas asadas. EL CABRÍO, sobre la veleta del campanario, lanza su relincho.